El invierno —con su austeridad, su silencio y su belleza contenida— no es una amenaza. Es una invitación a mirar distinto.
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En jardinería, no todo lo que muere, muere del todo. En el jardín, el frío no siempre es un final: a veces es pausa, otras veces, mudanza. Y otras, despedida.
Con la llegada del invierno, hay especies que se repliegan, algunas que entran en letargo y otras simplemente no resisten. Pero eso no quiere decir que el jardín quede a oscuras: el recambio de estación puede ser también una oportunidad para reinventar la trama vegetal.
Porque en jardinería —como en la vida— saber soltar también es parte del arte.

Las especies sensibles al frío
Algunas plantas tropicales o subtropicales, como las santa rita, los helechos o las alegrías del hogar, no están preparadas para soportar temperaturas por debajo de los 5°C.
Lo mismo sucede con ciertas suculentas, como las crásulas o los kalanchoes, que pueden sufrir daños irreversibles si se dejan al aire libre.

Muchas de estas especies pueden recuperarse en primavera si se protegen a tiempo: el truco está en anticiparse.
Cuando las noches empiezan a volverse frías y el rocío se queda más tiempo, es momento de actuar

¿Qué hacer con ellas?
Reubicar: si están en maceta, moverlas a un espacio reparado del viento y con buena luz natural es la mejor opción. Un alero, una galería cerrada o incluso un interior bien iluminado pueden hacer la diferencia.
Cubrir: las plantas más grandes, que no pueden trasladarse, pueden cubrirse con tela antiheladas o manta térmica. No es lo más estético, pero sí lo más efectivo.

Podar y proteger la base: a algunas especies herbáceas o arbustivas se las puede podar para que concentren su energía en las raíces. Agregar una capa de mulch, hojas secas o compost alrededor del tronco protege del frío y mejora la estructura del suelo.
Reproducir antes de perder: si hay probabilidades de que una planta no soporte el invierno, lo mejor es cortar gajos, esquejes o dividir matas. A veces, no se salva la planta original, pero sí su linaje.
¿Y si no llegué a tiempo?
Si el frío ya hizo de las suyas, lo más sabio es respirar hondo: no es un fracaso, es parte del ciclo.
Las hojas quemadas, los tallos blandos o los bordes ennegrecidos son signos de daño, pero no siempre de muerte total. En muchos casos, podar lo afectado y esperar la primavera puede devolverles la vida.

Además, el invierno es una gran excusa para replantear el diseño del jardín.
Quizás sea momento de incorporar especies de clima frío —como las camelias, los pinos enanos, las nandinas o los heuchera— que mantengan el interés visual cuando el resto duerme.
Un jardín vivo también se adapta
Cultivar es también aprender a leer los ritmos de la naturaleza: saber cuándo intervenir, cuándo proteger y cuándo dejar ir.
En el jardín no se trata solo de conservar lo que tenemos, sino de dar lugar a lo que puede venir
Y en ese sentido, el invierno —con su austeridad, su silencio y su belleza contenida— no es una amenaza. Es una invitación a mirar distinto.

Plantas que no se quejan del invierno
Camelia: clásica de jardines sombríos y fríos, florece en pleno invierno cuando todo lo demás parece dormido. Sus flores parecen de porcelana y necesitan suelos ácidos y protegidos del sol directo.
Helecho cuerno de alce: exótico, escultural y resistente. Aunque suele vivir colgado en interiores, también se adapta a patios frescos y húmedos. Su forma parece sacada de otro planeta y atraviesa el invierno sin problemas.
Nandina domestica: conocida como bambú sagrado, aunque no es un bambú. Su follaje se vuelve rojo fuego en el invierno, dándole color al jardín cuando más lo necesita. Aguanta heladas y no pide mucho.

Heuchera: una perenne que ofrece espectáculos todo el año con sus hojas onduladas en tonos vino, lima o bronce. Aunque no florezca en invierno, su presencia alegra cualquier cantero. No le teme al frío.
Pieris japonica: arbusto ornamental de hoja perenne que se luce con racimos de flores blancas o rosadas en los meses más fríos. Ideal para suelos ácidos y semi sombra. Va bien en macetas.
Durillo (Viburnum tinus): resiste heladas, florece en invierno y da frutos que atraen aves. Es un arbusto noble y multifunción que no defrauda. Ideal para cercos vivos o como planta estructural.
Pino enano: compacto, de crecimiento lento y siempre verde. Aporta forma y textura incluso bajo la escarcha. Perfecto para rocallas o macetas grandes con poco mantenimiento.

Pensamientos y violas: pequeñas flores alegres que florecen sin parar incluso con las primeras heladas. Se bancan el viento, la escarcha y los cambios bruscos. Clásicas de jardineras invernales.
Cyclamen: pequeña y refinada, con flores en forma de mariposa y hojas marmoladas. Le gusta el frío seco y los rincones sin calefacción. Una estrella del invierno bajo techo o en balcones reparados.
Tulbaghia violacea: de hojas finas y flores lilas que aparecen en pleno invierno. Huele a ajo, pero es tan resistente que se le perdona. Va bien en borduras y canteros soleados.
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