La resaca de la derrota: internas, reproches y presión por cambios en el gabinete de Jorge Macri
Buena parte de la dirigencia Pro considera imprescindible mover piezas en el gobierno porteño para mostrar reacción tras el revés electoral; se acumulan críticas a la gestión y crece el rechazo a un operador devenido en funcionario clave
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Shock o gradualismo. La vieja disyuntiva que persiguió a la gestión económica de Mauricio Macri vuelve -con otros matices- a tensar a Pro. Esta vez, en la Ciudad de Buenos Aires, donde su primo Jorge quedó contra las cuerdas tras el duro revés en las elecciones locales de ayer.
Las críticas internas a la gestión porteña no tardaron en brotar. Emergieron apenas se conocieron los resultados y se multiplicaron con el correr de las horas. Tampoco tardaron los pedidos de recambio inmediato en el gabinete. Barajar y dar de nuevo, pero ya.
“Esta semana tiene que incorporar a cinco o seis figuras de peso”, exigió un dirigente amarillo de la primera hora. “Shock”, sentenció. “Es la única manera. Los cambios quirúrgicos no sirven”, insistió. Lo mismo repitieron otros referentes macristas: urge una reacción proporcional al cimbronazo electoral.
Uno de los principales apuntados fue el operador político de confianza de Jorge Macri: César “Tuta” Torres, actual secretario de Atención Ciudadana. Es el nexo directo con las comunas y sus actores territoriales. Le reprochan haber dinamitado los puentes con los comuneros y desmontado una arquitectura de gestión de cercanía que, según advierten, era uno de los activos del macrismo local. “Poda, contenedores y limpieza”, resumen. Las críticas se posaron, además, en el estilo de este armador todoterreno, eficaz en el barro bonaerense, pero desentonado en los barrios porteños.

Cerca del jefe de Gobierno, sin embargo, descartan por ahora mover fichas. Argumentan, además, que la elección no fue un juicio sobre la gestión, sino una votación nacionalizada: “La gente le dio un respaldo al Presidente basado en el plan económico”, justifican. Traducción: no hubo castigo local, por eso no hacen falta cambios.
Pero el golpe no se explica solo por el magro 15,92% que obtuvo la lista oficialista. También pesó el altísimo ausentismo: más del 46% del padrón porteño no fue a votar, la cifra más alta desde que la Ciudad es autónoma. Un dato que lastima al oficialismo por partida doble: por la desconexión social con la gestión y por la decisión de desacoplar los comicios locales de las elecciones nacionales.
“La estrategia electoral estuvo mal planteada”, disparó un dirigente del PRO que hoy coquetea con pintarse de violeta. “Adelantás sólo cuando sabés que ganás”, sentenció. Fue un dardo directo al consultor Antoni Gutiérrez-Rubí, cerebro comunicacional del partido, que había propuesto poner el foco en lo local.
Hacer nuevos amigos
Jorge Macri no solo deberá resolver las dificultades de gestión. También tendrá que sortear complejidades políticas. Su mayor vulnerabilidad está en la Legislatura, donde contará con apenas 10 legisladores propios sobre un total de 60. Incluso sumando aliados eventuales, el PRO podría llegar a reunir entre 15 y 18 bancas, lejos de los 31 votos necesarios para abrir debates e imponerse en votaciones clave.
“Qué boludez pelearse con Horacio”, se escuchó anoche en el búnker amarillo, en referencia al exjefe de Gobierno porteño, que retuvo cinco escaños en el parlamento local. Horacio Rodríguez Larreta devolvió el golpe: lanzó duras críticas contra sus exsocios de Pro y cuestionó la falta de escucha del gobierno porteño hacia los vecinos.
Escenificó su enojo con un gesto elocuente: se llevó las manos detrás de las orejas, como Juan Román Riquelme, eterno rival de Mauricio Macri en Boca. “Le dimos la calesita y el inútil la chocó”, entonó Larreta en vivo. Nada de eso sugiere que el diálogo con el oficialismo local vaya a ser fluido.
Según algunas miradas internas, el macrismo hoy paga el costo de haber aislado a los propios y subestimado a sus exaliados de Juntos por el Cambio: la UCR y la Coalición Cívica, que compitieron con boletas separadas y le restaron adhesiones a la lista oficial. La conversación con sus referentes, según reconocen en privado, tampoco será sencilla.
El Partido Justicialista, con 20 bancas, controlará un tercio del recinto y será decisivo en cada discusión. La estrategia estará digitada por Juan Manuel Olmos, quien no asumió como legislador pero sigue moviendo los hilos del PJ porteño.
Y el riesgo mayor: el juicio político. Para activarlo se requieren dos tercios del cuerpo -40 votos-. Entre el peronismo y La Libertad Avanza suman 33. Están a solo un puñado de voluntades de convertirse en una pesadilla institucional para el macrismo.
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