
El cónclave y la elección de los líderes
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El cónclave en curso es el escenario de todas las noticias e intrigas. En ese espacio se elegirá al próximo líder de la Iglesia católica. Y liderar en el mundo actual es un arte complejo. ¿Cuáles son los rasgos de un buen líder?
Muchos líderes creen que liderar es recibir el beneplácito de los otros, ser admirados, respetados y, por supuesto, obedecidos. Pocos consideran que aceptar los errores sea parte del camino que conduce a la conexión con los demás. Está estudiado que quienes muestran cierta vulnerabilidad se tornan cercanos, acortan las distancias y generan una reciprocidad con los demás.
La reciente muerte del papa Francisco nos puede dar algunas pistas para pensar este último rasgo. En términos personales, en 2018, en una cárcel romana les dijo a los presos: “yo soy un pecador como ustedes, pero represento a Jesús, soy el embajador de Jesús.” El reconocimiento del propio límite no es más que una forma de aceptar que las distancias no son tan grandes como parecen, algo que muchos líderes no aceptan.
En términos institucionales, no fueron pocas las oportunidades en las que el Papa descendía a la Basílica de San Pedro a confesar, como si fuera un sacerdote más a la feligresía. Lo hacía, como decían muchos cercanos a él, porque el tema del perdón era un eje central de su vida como pastor. Confesar era escuchar al corazón que sufre.
También supo pedir perdón a personas abusadas sexualmente y reconoció los delitos cometidos por muchos religiosos. A su vez, intentó acercarse a las personas que habían sufrido discriminación por su tendencia sexual, al mismo tiempo que repitió innumerables veces que la Iglesia era un espacio para todos.
En un mundo marcado por la polarización, el resentimiento y la división, el papa Francisco hizo del perdón no solo un acto espiritual, sino un principio político y social fundamental. Así lo expresó en alguno de los encuentros íntimos y transformadores con los jóvenes de la Escuela Política Fratelli Tutti. Durante estas experiencias, el perdón resonó no como una opción ingenua o una renuncia a la justicia, sino como una herramienta poderosa de transformación. “El perdón no es olvidar -les dijo-, es renunciar a la venganza, y eso libera a las personas y a los pueblos”.
Para Francisco, el perdón tiene una dimensión profundamente humana. En su visión, las heridas individuales y colectivas solo pueden empezar a sanar cuando se renuncia a la lógica del enemigo y se abraza el diálogo. Esta convicción no es nueva en su papado: desde sus primeras homilías hasta sus encíclicas, como Fratelli Tutti, el perdón ha sido un hilo conductor que atraviesa su mensaje pastoral y político. En esa carta encíclica, llama a “una política mejor”, basada en el amor social, capaz de construir puentes donde antes solo hubo muros. Y pedir perdón no parece ser una habitual habilidad en los políticos y en la política.
Francisco ha insistido en que solo con una cultura del perdón será posible enfrentar los grandes desafíos de nuestra época: la exclusión, la violencia, la corrupción y el odio. Y lo hace no desde una retórica moralizante, sino desde una experiencia vivida. Quienes compartieron con él esos encuentros en la Escuela, describen a un Papa cercano, humano, profundamente consciente del sufrimiento del mundo, pero también convencido de que el perdón es el único camino hacia una convivencia verdadera.
En tiempos donde pedir perdón parece signo de derrota y otorgarlo un gesto excepcional, el papa Francisco lo presenta como una forma radical de liderazgo. Un liderazgo que no busca vencer, sino sanar. Porque como él mismo lo expresó, “sin perdón, no hay futuro”.
Esas palabras y esos gestos nos permiten sacar algunas enseñanzas para el liderazgo:
1. Reconocer errores no debilita, fortalece (pero hay que saber hacerlo)
La humildad para aceptar los propios errores (y comunicarlo bien) genera cercanía y confianza, construyendo liderazgos auténticos y duraderos.
2. La vulnerabilidad conecta más que la perfección
Mostrar humanidad, con sus límites y fragilidades, genera empatía y facilita vínculos sólidos con los demás.
3. Pedir perdón puede dignificar el liderazgo
Reconocer las propias fallas públicamente no solo humaniza al líder, sino que además transmite un mensaje claro de responsabilidad y transparencia.
4. Las acciones hablan más fuerte que los discursos
Pequeños gestos genuinos de cercanía y empatía tienen un impacto más profundo y perdurable que cualquier declaración grandilocuente.
5. Liderar es incluir, no excluir (aunque los algoritmos digan lo contrario)
Los verdaderos líderes construyen espacios abiertos, no sectarios, en los que caben las diferencias y donde todos se sienten valorados.
Los líderes religiosos, políticos y empresariales precisan repensar sus prácticas en relación al poder, reconociendo que el liderazgo más valioso es aquel que sabe mostrarse cercano y humano.
Isola, filósofo y PhD, coach Ejecutivo y consultor en Liderazgo y Storytelling; Sola es estratega político y Presidente de la Fundación Liderar con Sentido Común apoyaba a la Escuela Política Fratelli Tutti.