“Vamos todos a la cárcel”: la historia de la trágica escena en la que murió uno de los actores más reconocidos junto a dos niños
Un helicóptero, explosiones y la arrogancia de un director se combinaron en una tragedia que mató a tres personas; por qué Hollywood jamás volvió a ver el cine de la misma manera
10 minutos de lectura'

En la madrugada del 23 de julio de 1982, Hollywood vivió uno de sus momentos más oscuros. Un helicóptero se estrelló durante la filmación de Twilight Zone: The Movie: en el accidente murieron el actor Vic Morrow y los actores infantiles Myca Dinh Le y Renee Shin-Yi Chen, quienes se encontraban en tierra. Esta tragedia no solo cobró tres vidas inocentes, sino que transformó para siempre las reglas de seguridad en la industria del entretenimiento.

El proyecto soñado: cuatro visiones de una serie legendaria
Twilight Zone: The Movie nació como un tributo a la icónica serie de televisión de Rod Serling que había definido la ciencia ficción televisiva entre 1959 y 1964. Warner Bros. reunió a cuatro de los directores más talentosos de Hollywood: Steven Spielberg, Joe Dante, George Miller y John Landis. Cada uno dirigiría un segmento independiente con un presupuesto total de diez millones de dólares. La serie original había explorado temas profundos sobre la naturaleza humana, el prejuicio, la moralidad y las consecuencias de nuestras acciones, envueltos en narrativas sobrenaturales.
Mientras que Spielberg, Dante y Miller adaptarían episodios clásicos de la serie original, Landis optó por crear una historia completamente nueva. Su Time Out seguiría a Bill Connor, un ejecutivo racista interpretado por Vic Morrow, quien después de hacer comentarios despectivos sobre minorías en un bar se vería transportado a través del tiempo para experimentar la discriminación en carne propia. El personaje viviría como judío en la Francia ocupada por los nazis, como afroamericano perseguido por el Ku Klux Klan y finalmente como vietnamita durante la guerra.

La secuencia final en Vietnam sería la más ambiciosa y peligrosa de toda la película. Connor, transformado por sus experiencias, debía redimirse rescatando a dos niños vietnamitas de un bombardeo estadounidense mientras cruzaba un río. Esta escena requeriría helicópteros reales, explosiones masivas y una coordinación compleja entre múltiples elementos técnicos que, en manos menos experimentadas o arrogantes, se convertiría en una trampa mortal.
El director que traicionó las leyes
John Landis había construido su reputación como uno de los cineastas más exitosos de principios de los años ochenta. Sus comedias National Lampoon’s Animal House (Casa de animales) y The Blues Brothers (Los hermanos caradura) habían sido éxitos masivos, estableciéndolo como un visionario capaz de combinar humor irreverente con espectáculo visual. Su película de terror An American Werewolf in London (Un hombre lobo americano en Londres) había demostrado su versatilidad técnica y su capacidad para manejar efectos especiales complejos.
A los 32 años, Landis tenía fama de ser un perfeccionista obsesivo con un enfoque dictatorial en el set. Los actores y el equipo lo describían como alguien que no toleraba cuestionamientos a su autoridad. Esta personalidad dominante había funcionado en sus producciones anteriores, pero se convertiría en una combinación letal cuando decidió que las reglas laborales no se aplicaban a su visión artística.

Para la secuencia final de Time Out, Landis violó las leyes laborales infantiles de California al contratar al niño de siete años Myca Dinh Le y a la niña de seis Renee Shin-Yi Chen sin los permisos requeridos. Los niños fueron contratados en efectivo y sin documentación oficial para eludir las leyes que prohibían el trabajo nocturno infantil cerca de explosivos y maquinaria pesada. Donna Schuman, secretaria de producción, recordaría después cómo Landis bromeó siniestramente: “¡Vamos todos a la cárcel!”.
Las señales ignoradas
La producción había estado plagada de señales de advertencia que fueron sistemáticamente ignoradas por la ambición desmedida de crear una secuencia épica. Dorcey Wingo, veterano de Vietnam y piloto del helicóptero, había notado vibraciones peligrosas durante las pruebas de explosivos. Sus instintos de supervivencia, forjados en combate real, le advertían sobre los riesgos de volar tan cerca de explosiones de esa magnitud.
Sin embargo, cuando Wingo intentó expresar sus preocupaciones, un colega del departamento de efectos especiales le aconsejó mantener silencio. “No le digas nada a Landis”, le advirtió. “Te despedirá en el acto si te quejas”, avisó. Esta cultura de intimidación había permeado todo el set, donde cuestionar la seguridad se percibía como una traición a la visión artística del director.

Cuando un especialista en acrobacias observó que las explosiones previas habían sido más intensas de lo esperado y expresó su preocupación directamente a Landis, la respuesta del director fue característica de su arrogancia: “Si crees que fue fuerte, aún no has visto nada”. Esta actitud desafiante hacia los protocolos de seguridad había funcionado en producciones anteriores, pero la combinación de helicópteros, niños, explosivos y filmación nocturna creaba un escenario de riesgo exponencialmente mayor.
Una premonición escalofriante
Victor Morrow, el veterano actor de 53 años famoso por su papel protagónico en la serie Combat! (Combate), había desarrollado una extraña obsesión con su propia mortalidad, específicamente relacionada con helicópteros. Durante el rodaje de Dirty Mary Crazy Larry (La indecente Mary y Larry el loco) en 1974, había insistido en obtener una póliza de seguro de vida de un millón de dólares antes de participar en cualquier escena aérea.

Su explicación había sido profética y escalofriante: “Siempre tuve la premonición de que iba a morir en un accidente de helicóptero”. Esta premonición lo había acompañado durante años y colegas y amigos recordarían después cómo Morrow expresaba regularmente su incomodidad con las escenas que involucraban aeronaves.
Esa madrugada fatal del 23 de julio, Morrow había expresado sus últimas reservas a un asistente de producción: “Debo estar loco para hacer esto. Debería haber pedido un doble. ¿Qué más pueden hacer que matarme?”. Esta confesión, registrada por varios testigos, revelaba la ansiedad que el actor experimentaba, pero su profesionalismo y compromiso con el proyecto lo llevaron a continuar con la secuencia a pesar de sus temores.
2:20 AM: el momento del horror
La secuencia final requería que Morrow, interpretando a Bill Connor, llevara a los dos niños a través de un río mientras un helicóptero militar estadounidense los perseguía a baja altura. Las explosiones pirotécnicas estaban diseñadas para simular un bombardeo vietnamita, con morteros cargados de pólvora, nafta y fragmentos metálicos para crear efectos visuales más dramáticos.
El camarógrafo Randall Robinson recibió instrucciones contradictorias por radio. El director de producción Dan Allingham gritaba desesperado: “¡Es demasiado! ¡Salgamos de aquí!”. En paralelo, Landis insistía desde su posición: “¡Agáchate, agáchate!”. En cuestión de segundos, las explosiones provocaron que el piloto Wingo perdiera el control del helicóptero, que se precipitó directamente sobre los actores que se hallaban en tierra.

Morrow y Le fueron decapitados por las palas del rotor principal, mientras que Chen fue aplastada hasta morir por el helicóptero. La madre de Renee Chen, quien había sido invitada al set esa noche, presenció la muerte de su hija y rompió el silencio inicial con gritos desgarradores mientras se arrodillaba sobre el pequeño cuerpo.
El primer juicio criminal de Hollywood
El caso legal que siguió fue histórico por múltiples razones. Fue el primer juicio criminal que surgió de un accidente en un set de película, estableciendo un precedente sobre la responsabilidad criminal de los cineastas. Landis, junto con el productor asociado George Folsey Jr., el gerente de producción Dan Allingham, el coordinador de efectos especiales Paul Stewart y el piloto Dorcey Wingo, enfrentaron cargos de homicidio involuntario en un proceso que duró diez meses entre 1986 y 1987.
La fiscal principal, Lea Purwin D’Agostino, adoptó tácticas teatrales controvertidas durante el juicio. Ofreció pañuelos a Landis cuando el director lloró durante su testimonio, le susurró “asesino” frente a los periodistas cuando pasó cerca del tribunal y culminó su caso declarando: “No es que John Landis decidiera violar la ley, es que se cree superior a ella”. Estas tácticas, aunque dramáticas, fueron criticadas por algunos observadores como demasiado emotivas para un caso criminal.

La defensa, liderada por Harland Braun, argumentó que el accidente había sido “imprevisto e imprevisible”, resultado de una falla técnica inédita. A pesar de la alevosía, el jurado de Los Ángeles absolvió al director John Landis y a cuatro asociados de homicidio involuntario.
Una industria fracturada
La reacción de Hollywood al veredicto reveló profundas divisiones dentro de la comunidad cinematográfica. Dieciséis directores prominentes, incluyendo Francis Ford Coppola, Ron Howard, John Huston, George Lucas, Sidney Lumet y Billy Wilder, firmaron una carta pública de apoyo a Landis. Esta muestra de solidaridad reflejaba la creencia extendida de que procesar a un director por eventos ocurridos durante la producción establecía un precedente peligroso para toda la industria.
Sin embargo, la ausencia notable de Steven Spielberg en esta lista de apoyo fue ampliamente comentada en los medios. Spielberg, quien había coproducido la película con Landis, rompió su amistad para siempre después del accidente. Durante todo el juicio mantuvo un silencio público, pero su posición era clara para quienes lo conocían: la muerte de niños en un set de filmación era inexcusable, sin importar las circunstancias artísticas.

Dan Aykroyd, quien había aparecido en el prólogo de Twilight Zone dirigido por Landis, adoptó una posición controvertida al minimizar la tragedia: “Eso fue un accidente industrial, nada más”. Esta declaración reflejaba una actitud cínica pero pragmática hacia los riesgos inherentes de la producción cinematográfica. En contraste, Spielberg adoptó una posición radicalmente diferente con su declaración histórica: “Ninguna película vale la pena para morir por ella. Si algo no es seguro, es el derecho y la responsabilidad de cada actor o miembro del equipo gritar ‘¡Corten!’”.
La revolución de la seguridad
El accidente catalizó la mayor transformación de seguridad en la historia de Hollywood. Warner Bros. estableció comités de seguridad especializados para crear estándares aceptables “para cada aspecto de la realización de películas, desde disparos hasta aeronaves de ala fija hasta humo y pirotecnia”. Estos nuevos protocolos se consolidaron en el Manual de Seguridad del Programa de Prevención de Lesiones y Enfermedades, que se convirtió en la biblia de la seguridad en sets cinematográficos.
El Sindicato de Actores de Cine (SAG) implementó cambios revolucionarios en sus contratos. Introdujo una línea telefónica de 24 horas y un equipo de seguridad para sus miembros y, más significativamente, “alentó a los miembros a usar el derecho de rechazo garantizado en los contratos si creen que una escena es insegura”. Este “derecho de rechazo” se convirtió en una herramienta fundamental que permitía a los actores abandonar producciones peligrosas sin penalidades contractuales.
Los resultados de estas nuevas regulaciones fueron inmediatos y dramáticos. Los accidentes de filmación cayeron un 69,6% entre 1982 y 1986. La Administración Federal de Aviación también respondió modificando regulaciones: desde 1986, cualquier set que use helicópteros de vuelo bajo debe recibir exenciones específicas, un proceso que requiere documentación exhaustiva de protocolos de seguridad.
Ecos de una tragedia que no termina
Cuarenta y dos años después, la muerte de la cinematógrafa Halyna Hutchins en el set de Rust reavivó debates sobre seguridad y responsabilidad, demostrando que la vigilancia constante sigue siendo necesaria. Las regulaciones nacidas de aquella madrugada de julio continúan salvando vidas, pero cada nueva tragedia recuerda que el progreso en seguridad nunca puede darse por sentado.
Twilight Zone: The Movie se estrenó el 24 de junio de 1983, exactamente el mismo día en que se presentaron los cargos criminales contra Landis. Las críticas fueron mixtas, con Vincent Canby del New York Times describiéndola como “un monstruo flácido y de mente pequeña”. El segmento de Landis había sido severamente editado, eliminando todas las escenas con los niños, dejando una narrativa incompleta que terminaba abruptamente.
Vic Morrow nunca pronunció su línea final del guion: “Los mantendré a salvo, niños. Lo prometo. Nada les hará daño, lo juro por Dios”. Pero su muerte, junto con la de Myca Dinh Le y Renee Shin-Yi Chen, cumplió una promesa diferente: que ningún trabajador cinematográfico volvería a morir por la negligencia y la arrogancia de un director.
Otras noticias de Celebridades
Tras más de diez horas. Icardi atropelló al camarógrafo de LAM cuando se retiró del Chateau Libertador con sus hijas
Guerra sin fin. Wanda e Icardi protagonizaron un nuevo escándalo en el Chateau Libertador que terminó con la intervención policial
Nueva etapa. Amber Heard confirmó su regreso a la actuación tras el juicio con Johnny Depp
- 1
Jaz Coleman, el cantante inglés que vive en Buenos Aires, odia ”el imperialismo” e impulsa un ciclo al que bautizó Malvinas
- 2
Tras su separación de Javier Milei, Yuyito González reveló su nueva preocupación: “No crean nada de lo que ven”
- 3
Murió Lalo Schifrin, galardonado músico y compositor argentino, a los 93 años
- 4
La boda de Jeff Bezos y Lauren Sánchez, en vivo: iglesia, invitados y fiesta en Venecia