La puesta minimalista de Pablo Gorlero permite que cada personaje de este drama destaque su emocionalidad
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Incidente en Vichy. Autor: Arthur Miller. Adaptación y dirección: Pablo Gorlero. Intérpretes: Mateo Chiarino, Patricio Coutoune Leduc, Rubén de la Torre, Mario Petrosini Monceau, Junior Pisani Lebeau, Rodrigo Raffetto Bayard, Pablo Turchi, Enrique Iturralde, Santiago Lozano, Jerónimo Dodds, Marcelo Rodríguez, Julián Mardirosian, Mauricio Méndez, Mariano Sgallini, Marcelo La Valle. Escenografía y vestuario: Gabriella Gerdelics. Iluminación: Ricardo Sica. Música y diseño sonoro: Fernando Nazar. Sala: Espacio Callejón (Humahuaca 3759). Funciones: jueves, a las 20.30 hs. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
En Incidente en Vichy, un grupo de hombres es detenido en la calle y trasladado a una repartición policial, para averiguación de antecedentes. Entre ellos hay un artesano, un gitano, un psiquiatra, un actor, un hombre de negocios y hasta un príncipe austríaco. Todos son sospechosos de ser judíos. La pieza está ambientada en la Francia de 1942, apogeo del nazismo y en una ciudad que, se dice, se convirtió en paradero de indocumentados y aliada de ese hombre de corto bigote que acusaba a los judíos por haber perdido la Primera Guerra Mundial.
A la espera a ser interrogados en ese lúgubre ambiente gris cada uno se enfrenta a sus más profundos temores, a sus culpas, a aquello que esconden o no, y a las ideas que se defienden. La intención es que esa espera se convierta en un mea culpa individual, que convierta a esos hombres en seres indefensos, ante un antropólogo racial, joven y algo iracundo; un comandante o un capitán de policía.
La espera despierta en cada futuro interrogado sus más profundas contradicciones. Así un actor, acusa, sin certeza, a un gitano de ser el ladrón de un pequeño cacharro. O un príncipe austríaco dice no entender por qué su sirvienta o su jardinero son fanáticos de Hitler. En ese ámbito de una espera que se sabe puede terminar en la muerte, el temor se adhiere a la piel y se transforma en desesperación. La víctima y el verdugo, se sabe, anidan en el hombre, mal que nos pese. Y de eso hay un aprovechamiento continuo y cíclico, que se da a través de los regímenes dictatoriales que cada tanto proliferan en el mundo y provocan un genocidio.
El teatro de Arthur Miller enfrenta al hombre a la adversidad de los poderes políticos, la injusticia social, racial, económica y lo ubica en el rol de víctima y victimario. Esto es lo que sucede en Incidente en Vichy (1964). Hijo de inmigrantes judíos polacos, Arthur Miller (El precio, Todos eran mis hijos), en 1964 escribe Incidente en Vichy, luego de visitar con su mujer los campos de concentración de Mauthausen y cubrir para un diario estadounidense los juicios nazis en Francfort, Alemania.
Pablo Gorlero apostó a una idea de teatro documental. Su puesta despojada, minimalista, permite que cada personaje se recorte -con sus cualidades innatas, excelentes en su diseño interpretativo y desnudando su propia identidad- en casos de una lacerante emocionalidad. Mateo Chiarino, Patricio Coutoune, Junior Pisanu, Santiago Lozano, Enrique Iturralde, Marcelo Rodríguez y Julián Mardirosian se juegan en una gestual de emoción y movimientos sutilmente elaborada y de contundentes efectos. Posibilitando un crescendo dramático tan visceral como paralizante para el que observa, debido al tema abordado, al que cada uno puede asociar con sus propias circunstancias personales o colectivas.