La plataforma de streaming estrenó una nueva producción protagonizada por Meghann Fahy, Julianne Moore y Kevin Bacon
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Sirenas (Sirens, Estados Unidos/2025). Creación: Molly Smith Metzler. Elenco: Megahnn Fahy, Julianne Moore, Millie Alcock, Kevin Bacon, Billy Camp, Glenn Howerton, Felix Solis. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
El éxito de Big Little Lies, hace ya unos años atrás, sentó las bases de una narrativa que se hizo recurrente en el streaming. Un ambiente de glamour y obscena riqueza, paisajes exuberantes, y un grupo de damas celebrando galas, reuniones vips y fiestas a todo trapo donde un crimen -o la promesa de un crimen- parecía arruinar esa bonanza y derribar las máscaras de una “alta” sociedad en plan de estrepitosa decadencia. El último eslabón de esa previsible debacle resulta siempre la llegada de una outsider, una damisela humilde proveniente del “otro lado de las vías”, que termina siendo el detonante de esa perfecta mascarada. Esa fórmula se consolidó en los contornos del policial en la siguiente apuesta con Nicole Kidman, The Undoing; luego The White Lotus, la franquicia de Mike White, presentó elencos rotativos para explorar esa misma colisión entre un grupo de millonarios que busca descanso en una isla paradisíaca, los sirvientes que deben atenderlos mascullando su desigualdad, y un crimen que revienta la burbuja de la pretendida armonía. La clave de la serie de antología de HBO, y lo que la hizo especial dentro de ese filón, fue el manejo de la sátira y el humor corrosivo de White, que esquivó lecturas solemnes en virtud de una ácida parodia de esa escena recurrente.
Meghann Fahy, la verdadera estrella de Sirenas, ya había aparecido como un “daño colateral” de los entuertos en Sicilia, en la segunda temporada de The White Lotus, y se consolidó como habitué de estas historias en La pareja perfecta, la anterior excursión de Netflix a estas narrativas de ricos, crímenes y mansiones soñadas de Nueva Inglaterra, también con Kidman, también con derivas desastrosas para una boda de la alta sociedad de Nantucket. En Sirenas, la villana es Michaela Kell (Julianne Moore, impecable como siempre), la ama y señora de Cliff House, una enorme finca en un acantilado de la costa Este. Una dama siniestra y misteriosa, que gobierna ese pequeño reino con cámaras de vigilancia y exigencias estrictas para el servicio, y ocupa sus días en el rescate de aves rapaces para una glamorosa ONG. En el comienzo de la historia vemos llegar a Fahy en la piel de la caótica Devon desde las tierras de Búfalo, más precisamente desde la comisaría de la ciudad, donde ha pasado una noche por ebriedad. Su derrotero se dirige hacia Cliff House, donde su hermana menor, la rubísima Simone (Millie Alcock), es la asistente 24 horas de Michaela. El enfrentamiento está sellado.

Lo que sigue es un retrato divertido y poco sutil de ese pequeño mundillo de riqueza y privilegios al que llega Devon para sumirlo en el caos, desenmascarar a Michaela de sus verdaderas intenciones en el control de Simone, y explorar en clave negra los secretos manejos de la clase poderosa. No es mucho más que eso, pero la miniserie lo hace bien y logra explotar el don para la comedia de Fahy, cuyos duelos de miradas y gestos contenidos con Moore son lo mejor de Sirenas.
Creada por Molly Smith Metzler (Maid), la miniserie explora con astucia la relación simbiótica que Michaela, alias Kiki, y Simone han consolidado, una especie de amistad adolescente, con grititos y rituales compartidos, que incluye celos y secretas ambiciones de ascenso social, y que tornan difusa tanto la relación laboral como la sugestiva condición de propiedad que Kiki detenta sobre todo lo que la rodea. En ese lazo que parecía infranqueable, y que había convertido a Simone en una odiosa réplica de ese dominio para los otros empleados de Cliff House, Devon será un obstáculo, pero también un espejo deformado en el que ver reflejado todo lo que allí parecía normal.

Quizás lo que siempre resulta algo forzado en estas historias es el misterio como alimento de una intriga que podría sostenerse por otros medios. Y entonces, como no bastan las tensiones entre las dos hermanas por su historia pasada, el alcoholismo y la demencia del padre, la muerte trágica de la madre, y la sinuosa presencia de Michaela como controladora de la situación, aparece el posible crimen de la primera señora Kell, misteriosamente desaparecida. El magnate de los fondos de inversión, Peter Kell, es un Kevin Bacon displicente y agobiado, que deja hacer a su alrededor para que no lo molesten. Las sombras que definen su matrimonio y su historia pasada son los huecos que Metzler sostiene apenas como un arraigo en el policial y un alimento del consumo adictivo del streaming.
Sin ser una genialidad, Sirenas cumple con su mirada insidiosa sobre ese sector social de los Estados Unidos, ofrece notables chispazos de furia y dependencia entre sus personajes, y garantiza un entretenimiento dinámico, algo telenovelesco, pero divertido.
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