La serie, protagonizada por Alexander Skarsgård y creada por los hermanos Weitz (American Pie), está basada en una celebrada novela que conquistó los principales premios del género
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Matabot (Murderbot, EE.UU. / 2025). Creadores: Chris y Paul Weitz. Guion: Chris y Paul Weitz, basado en la novela de Martha Wells. Fotografía: Tobias Datum. Montaje: Kindra Marra. Música: Amanda Jones. Elenco: Alexander Skarsgård, Noma Dumezweni, Subrina Wu, David Dastmalchian, Tamara Podesmki y Tattiawna Jones. Disponible en: Apple TV+, con un episodio nuevo cada viernes. Nuestra opinión: buena.
En 2017, la escritora texana Martha Wells publicó All Systems Red, la primera novela del ciclo The Murderbot Diaries, con la que conquistó los premios mayores de la ciencia ficción: el Hugo, el Nebula y el Locus, una triple corona que no muchas obras comparten y que la convirtieron en un best seller. El libro está narrado en primera persona por su protagonista, un robot que se llama a sí mismo Murderbot (“Matabot” es la imposible traducción española del nombre) a causa de un acontecimiento que es mejor no revelar. Aunque su tarea es proteger a los humanos en ambientes extraterrestres hostiles, en verdad no puede tolerar su compañía, es un misántropo declarado y prefiere pasar su tiempo mirando telenovelas antes que haciendo su trabajo. El tono implacablemente huraño e irónico de la voz de Murderbot es el principal mérito de un texto que funciona como una especie de monólogo ocurrente pero que no resulta particularmente inspirado en otros rubros como la creación de un mundo alienígena cautivante, una trama impredecible o personajes secundarios elaborados.
Los defectos y virtudes de la novela se contagian a la adaptación que estrenó Apple TV+, aunque los showrunners Chris y Paul Weitz hicieron un buen trabajo al emparchar algunos de los problemas. Los directores de American Pie y La brújula dorada parecen la elección ideal para esta serie por sus credenciales tanto en la comedia como en la ciencia ficción (que incluyen los títulos mencionados y, sobre todo, una nominación al Oscar por su guion de Un gran chico, la dramedy con Hugh Grant basada en la novela de Nick Hornby, y el guion de Rogue One, el mejor spin off de Star Wars). Aquí se las arreglan para trasponer una virtud literaria, el logrado tono irónico de la primera persona en el texto, a un medio audiovisual gracias al permanente contraste entre el monólogo interior de Murderbot, un recurso del que no abusan tanto como podrían, y aquello que perciben los demás personajes, tanto sobre el robot como su entorno. También les otorgan una mayor carnadura y diferenciación a estos roles secundarios y apuntalan una trama lábil con la aparición temprana de misterios que apenas están enunciados en el libro.

En un futuro lejano, cuando es posible el viaje a otros sistemas estelares gracias a los agujeros de gusano, un grupo de investigadores llamado Preservación Aux adquiere derechos de exploración sobre un planeta inhabitado. La corporación que vende los derechos está obligada a garantizar la seguridad de sus clientes y los fuerzan a alquilar un robot para su protección. Estos científicos son el equivalente futurista de una pequeña cooperativa de hippies pacifistas, colectivistas, antiautoritarios y veganos que detestan a la corporación ultracapitalista con la que debe negociar, así como la noción de seguridad, de modo que eligen al robot más barato para que los acompañe, que no es otro que Murderbot (Alexander Skarsgard).
Nadie lo sabe, pero Murderbot, que es una inteligencia artificial capaz de experimentar emociones, pudo hackear su módulo de control, esto quiere decir que adquirió libre albedrío. Aunque sigue obedeciendo órdenes -porque si se descubriera que ya no está compelido a hacerlo sería desensamblado y reciclado-, tiene una vida interior secreta y sin regulación alguna, que mayormente dedica a mirar programas de televisión y a dar rienda suelta a sus diatribas mentales contra los humanos, a los que no tiene en alta estima tras años de servicio esclavo. De todos modos, el robot cumple eficientemente con lo que se espera de él. Cuando, durante la exploración planetaria, aparece una fauna particularmente agresiva y hambrienta, Murderbot rescata a un científico a punto de ser convertido en un tentempié. Más tarde, cuando las cosas se complican y se revela que hay otro grupo de exploradores mucho más despiadado que compite con Preservación Aux por los descubrimientos del lugar, su rol entre los humanos se vuelve aún más preponderante.

El grupo de científicos progres se opone, desde luego, a todo tipo de discriminación y trata al robot como si fuera uno de ellos. Por su parte, a medida que es forzado a sociabilizar, Murderbot empieza a pensar que no todo lo humano es absolutamente insufrible. A pesar de la misantropía inicial, la historia se dirige a mostrar el desarrollo de empatía en la IA: el antisocial robot finalmente tiene el equivalente cibernético a un corazón de oro y puede aceptar a sus otros. Este arco compasivo y bienintencionado hace que el relato se sienta un poco como una historia para adolescentes, en particular porque la televisión reciente nos enseñó a asociar el cinismo y la crueldad con el contenido para adultos. A la vez, un robot con problemas para vincularse, que vive dos vidas, una exterior de apariencias y mentiras y una interior y más auténtica, tiene que ser una metáfora acerca de cualquiera que habite una diferencia, ¿no? Ya sea una persona gay, trans, neurodivergente, etc. La serie no hace mucho con este subtexto. Es solo el diezmo que debe pagar al presente.
A pesar de la duración agónica de cada episodio -los 25 minutos característicos de la sitcom, dado que la novela no es muy profusa en peripecias-, los showrunners se ven forzados a engordar el relato con digresiones como flashbacks o incursiones en uno los insólitos melodramas que consume Murderbot, una serie que parece el punto medio entre Viaje a las estrellas y una telenovela turca. Estos momentos cómicos imaginados para la serie no desafinan en el tono general que es de un humorismo tenue. Hay que decir que como comedia, Matabot no es descostillante y como ciencia ficción no es más que un conjunto de tropos frecuentes, tales como el insecto gigante, el objeto alienígena inexplicable o la megacorporación malvada. Es en la combinación de ambos géneros y, en particular, en la excelente caracterización de su personaje central, donde la serie encuentra su singularidad.
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