Cuando el juego no es juego
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Hablar del aumento de la ludopatía es precisamente apostar a que algo cambie, a que se genere una mayor conciencia sobre cuán peligroso es caer en sus garras; mucho más cuando las víctimas son personas cada vez más jóvenes. Es un mal social por cuanto no solo afecta al ludópata, sino a toda su familia y entorno, en un triste efecto dominó.
La adicción al juego no encuentra límites. Lo que puede comenzar como una excusa para evadirse de los problemas termina convertido en un problema mayor, de gravedad insoslayable, que ocupa toda la atención de su víctima y que conduce a la necesidad de jugar constantemente y apostando cada vez mayores cantidades. Precisamente, la enfermedad se caracteriza por un fracaso crónico y progresivo de resistir los impulsos a seguir apostando.
Sin llegar a la adicción, habrá también quienes hagan un uso problemático de los juegos de azar; algo similar a lo que ocurre con el consumo de alcohol aunque menos advertido y silencioso. Las estadísticas revelan un crecimiento exponencial de adictos, por cuanto a los espacios físicos hoy se suman las versiones online de casinos, bingos y salas de apuestas. La participación de menores de edad es también ya una constante, máxime en sitios ilegales que no controlan la edad de los participantes.
Síntomas de dependencia y síndrome de abstinencia son indicadores frecuentes. El impulso emocional solo encuentra satisfacción cuando se manifiesta en la conducta apostadora, poniendo progresivamente en serio riesgo relaciones laborales, escolares, familiares.
En estos días, una foto fue tan trágica como reveladora. Una mujer falleció por causas naturales en el Bingo Puerto en Mar del Plata. La imagen recoge su cuerpo en primer plano, cubierto por una sábana, y detrás de ella, se observa a cuatro apostadores que, lejos de interrumpir el juego ante tamaña situación, la pasan por alto y siguen compulsivamente apostando en las máquinas. El operativo policial continuó por varias horas, pero el establecimiento no cerró y muchos jugadores continuaron activos frente a las tragamonedas.
Cayetano Caig, periodista, autor de No va más, quien llegó a perder el equivalente de tres departamentos por su adicción, habla de la matriz biológica impuesta desde su casa, un ámbito en el que se timbeaba desde siempre, juegos de mesa, póker, burako, casino. Una vez más, el efecto ejemplificador y la comunicación y el control parental son insustituibles.
Adicciones que son la perdición para algunos representan un gran negocio para otros. La complicidad de estamentos sociales y políticos las sostienen. Nuestra sociedad está gravemente enferma y no se trata de ponerle paños fríos en la frente. Este mal se adueña de la vida de nuestros jóvenes mientras observamos impávidos. Debemos exigir medidas para combatir seriamente este flagelo y denunciar la complicidad de quienes lucran con el dolor de los nuestros. El juego no es juego.
