El futuro de la moda: cómo cambiará lo que usamos y cómo lo usamos
La experta Ash Mateu analizó cómo se construye una economía circular en el diseño y uso de las prendas; el rol que juega el consumidor en el proceso
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La preocupación por el medio ambiente gana terreno y atraviesa cada aspecto de la vida cotidiana, incluida la moda. Hoy, la forma en que consumimos ropa se volvió una cuestión central en la conciencia del consumidor. El auge de lo vintage y el rechazo creciente al fast fashion no son una tendencia pasajera: responden a un cambio cultural profundo, impulsado por un deseo colectivo de tomar decisiones más responsables.
En una nueva edición del evento Sustentabilidad organizado por LA NACION, Ash Mateu —fundadora de Inside Studios, consultora especializada en moda— planteó una definición clave: la sustentabilidad hoy implica repensar la economía de la moda a partir de las prendas y materiales que ya están en circulación. “No hay nada más sustentable que algo que ya existe”, citó, haciendo referencia a una frase de Matthieu Blazy, exdirector creativo de Bottega Veneta.

Tradicionalmente, la industria de la moda se estructura sobre un esquema lineal: primero se produce el textil, luego se diseña y finalmente se comercializa. Pero esa lógica empieza a perder vigencia. “Hoy se propone crear un círculo”, explicó Mateu. El objetivo, según detalló, es extender la vida útil de las prendas una vez que ya fueron vendidas, rompiendo así con el ciclo de consumo acelerado que dominó durante décadas.
Este enfoque se conoce como “economía circular de la moda” y plantea un cambio estructural en toda la cadena de valor. En una primera etapa, se trata de cultivar materias primas con bajo impacto ambiental, seguido por una confección responsable que respete los principios de sustentabilidad y garantice condiciones laborales dignas. Luego, se pone el foco en el uso: diseñar prendas pensadas para perdurar, y consumir con la conciencia de que serán utilizadas muchas veces, no de forma ocasional.
En este nuevo esquema, cobra relevancia el concepto de reutilización. Extender el ciclo de vida de una prenda mediante reventa, alquiler, donaciones o intercambios se vuelve clave. “Hay que evitar que los residuos entren en la economía”, subrayó Mateu. A eso se suma la reparación como práctica para postergar el descarte, dándole más tiempo de vida útil a cada prenda.
El último eslabón del ciclo es la compostabilidad: una práctica que permite que los materiales regresen a la tierra sin dejar residuos tóxicos. “La industria de la moda hoy tiene que crear productos circulares que alimenten al planeta al final de su vida útil y establecer relaciones sostenibles a largo plazo con las comunidades que influyen en su práctica de diseño”, reflexionó Mateu. “Lo que le hacemos al medio ambiente nos lo hacemos a nosotros mismos”, dijo.
Si bien este cambio responde en parte a la crisis climática, también está impulsado por una mayor conciencia del consumidor. Según Mateu, las marcas ya enfrentan —o pronto enfrentarán— una demanda creciente por materiales e insumos más limpios. “Va a haber ciertas expectativas sobre el producto”, advirtió. La respuesta de la industria, en ese contexto, será cultivar una relación más estrecha con la naturaleza: usar materiales biodiversos, de origen ético y sin crueldad animal.
Algunos ejemplos ya se están materializando. En la última Semana de la Moda de Milán, la circularidad fue protagonista. El grupo Kering —uno de los más influyentes del sector— presentó su primera estrategia hídrica, con el objetivo de generar un impacto neto positivo para 2050.
Pero aún hay tensiones entre ideales y realidad. Muchas veces, los consumidores enfrentan una barrera económica que impide llevar sus convicciones a la práctica. “La Generación Z está atrapada en la contradicción de preocuparse por el medio ambiente pero no poder costear alternativas sustentables”, señaló Mateu. “Tienen las mejores intenciones, pero no les alcanza la plata”.
Desde una mirada local, la Argentina recién empieza a incorporarse a esta conversación global. “Nuestro país no produce su propia materia prima: la importa”, explicó. Sin embargo, Mateu destacó que hay espacio para actuar desde otros frentes: “Podemos contribuir desarrollando un sistema más consciente, eligiendo insumos durables, apostando a la circularidad, creando diseños reutilizables y fomentando la reparación como parte esencial del consumo responsable”.
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