Daniel Altmaier, el tenista alemán que buscó el método argentino: la pandemia en San Nicolás y el festejo de Qatar 2022 en las calles
Actual 66°, llegó a los 8vos de final de Roland Garros y le dijo a LA NACION: “Tienen menos recursos, pero los argentinos son más luchadores al no tener la vida tan fácil”
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PARIS (Enviado especial).- Kempen, en Renania del Norte-Westfalia, uno de los dieciséis estados de Alemania, es una ciudad de casi 40.000 habitantes próxima a la frontera con Países Bajos, muy distinta a Buenos Aires o Rosario. Sin embargo, un tenista profesional nacido en ese lugar, arropado por condiciones presupuestarias y de infraestructura mucho más acomodadas que en Sudamérica, hace seis años decidió quitarse el “síndrome de la panza llena” y buscar un método que lo ayudara a blindarse emocionalmente y evolucionar como deportista. Daniel Altmaier, actual 66° del ranking ATP, 47° en octubre de 2023, inició una aventura que lo unió con la Argentina desde 2019 (y que continúa). Su vínculo fue (es) fuerte: no sólo eligió el país como base de ensayos, sino que vivió el encierro por la pandemia y hasta la coronación de la selección en Qatar 2022.
En agosto de 2019, Altmaier era 448° del mundo y necesitaba una evolución profesional. Con su manager comenzaron a evaluar opciones y le consultaron a Magnus Norman. El sueco, 2° en 2000 y retirado tres años después, sugirió el nombre del argentino Francisco Yunis, a quien había tenido como coach en 1996. Allí se puso en marcha una sociedad muy productiva, que llevó a Altmaier a la Argentina y al puesto 53°. El germano y Yunis mantuvieron el vínculo hasta octubre de 2022: durante la cuarentena por el Covid-19, el tenista vivió un mes en la casa de su coach en San Nicolás, hasta que pudo regresar a Europa.

Cuando Yunis decidió dejar su función, recomendó a Alberto Mancini como su sustituto. “Luli” continúa desde entonces y al equipo sumaron al uruguayo Martín “Bebu” Cuevas, el hermano de Pablo Cuevas. Incluso Luis Pianelli, experto encordador de Grand Slams y del equipo argentino de Copa Davis durante años, oriundo de Arroyo Seco, le personalizó las raquetas a Altmaier.
“Rosario es bastante distinta a Kempen, es verdad, pero me gusta. Hace mucho calor. Siempre fue un placer hacer la pretemporada ahí”, sonríe Altmaier ante LA NACION, sin perder la simpatía. Acaba de caer en los octavos de final del torneo que adora, Roland Garros, ante el estadounidense Frances Tiafoe, pero no le importa hacer un alto en el análisis del partido y hablar en español sobre su “tierra adoptiva”. Además del alemán natal y del inglés, habla en ruso. Pero abraza el castellano con cariño. Paulina, su prometida, además, es mexicana.

“Con Fran (Yunis) arrancamos en el año 2019; estuvimos tres años juntos, llegamos a la segunda semana de Roland Garros durante la pandemia [en el Abierto francés jugado en septiembre de 2020, superó la qualy y alcanzó los octavos de final, dando un salto grande en el ranking, del 186° al 122°]. Ahora estoy con Luli y con Bebu Cuevas”, describe y se esmera por explicar qué le atrae del “método argentino” de entrenamiento. “Yo siento que la escuela argentina es muy amplia, más compleja que la alemana, no sólo en el tenis sino también en la preparación física -destaca-. Te preparar para tratar de jugar bien durante once meses y eso es muy bueno, es muy competitivo. Me ayudó a no ver el tenis por semanas, sino también a ver el largo proceso. En Argentina los entrenadores están muy en contacto con los preparadores físicos, con el fisioterapeuta; se hace una estructura, un equipo, distinto al de otros lugares. Todos son uno mismo. En Alemania, por ejemplo, vas a hacer tenis con alguien y preparación física por otro lado; no hay esa comunicación como en Argentina”.

Tener menos recursos económicos y de infraestructura, la mayoría de las veces, obliga a los tenistas argentinos (y a sus equipos) a tener mayor creatividad para tratar de evolucionar en la elite. Eso es algo que Altmaier, como oriundo de un gigante de la economía de Europa, advierte y valora. “Sí, puede ser que haya menos recursos, pero siento que los argentinos son más luchadores al no tener la vida tan fácil. Eso ayuda a su juego, a su personalidad. Eso es, definitivamente así: los ves trabajando muy bien, buscando buenas rachas en los torneos. A algunos chicos de Argentina les cuesta estar diez semanas en Europa, se quieren volver, pero creo que a la larga están acostumbrados a trabajar duro”, describe Altmaier, que posee siete títulos Challengers (aún no alcanzó finales ATP).
Y prosigue sobre esa línea, con una mirada foránea pero muy contigua: “Muchas veces escuché a los chicos argentinos querer volverse a casa durante una gira en Europa y los entiendo. En mi caso, cuando arranqué con Fran Yunis, no estuve en mi casa durante siete meses y los entiendo. Yo tenía todo al lado en Alemania, en casa, pero me fui a vivir allá, a jugar los Challengers en Sudamérica, volé al otro lado del mundo teniendo todo cerca. Entonces, entiendo esa lucha o cómo es la vida allá. Además, estuve encerrado durante el Covid en Argentina y fue duro. Pasar la pandemia lejos de mi casa fue duro”.
Más allá del encierro que alteró al mundo en 2020, Altmaier atesoró muchas de las mejores costumbres culturales argentinas. “El asado… me encanta cómo sale cocinado a la estaca”, sonríe. Y el fútbol, claro. Hincha del equipo Hertha Berlín, conoció las tribunas de Vélez Sarsfield, el equipo del que es simpatizante “Bebu” Cuevas. Claro que lo marcó a fuego estar en la Argentina cuando la selección capitaneada por Leo Messi se coronó en el Mundial de 2022: “Estaba haciendo la pretemporada en Argentina. ¡Fue una locura! Estuvimos entrenando y viviendo eso en la calle al mismo momento; fue un espectáculo”.
Altmaier ostenta revés a una mano, el golpe más elegante del tenis, como dos de sus referentes, los suizos Roger Federer y Stan Wawrinka. “Desde niño siempre quería jugar con una mano, lo empecé a cambiar, empecé a ‘boludear’ y hasta que un día me dijo mi coach: ‘Bueno, si realmente quieres hay que hacerlo bien, hay que perfeccionarlo’. Y eso hice. Lo tomé en serio. A mí me surgió más en forma natural. Lo veía en la tele y antes había muchos más que ahora a una mano”, aporta el segundo alemán mejor posicionado del ranking, después de Alexander Zverev (número 3), con quien tiene una buena relación. Lo enfrentó cuatro veces y le ganó una, en la primera ronda de Acapulco 2024. El último del top 100 es Jan-Lennard Struff, 87°, todo un veterano de 35 años.
El poderío de Alemania, al menos en el tenis masculino, hoy no se refleja en el ranking. “No siento que esta sea la etapa más fuerte, todos lo saben, todos lo hablan, hay chicos de 17 o 18 años, como Justin Englen (284°, 17 años) o Diego Dedura-Palomero (386°, 17), pero en general se podría estar más fuerte. Ellos tienen apoyo, pero siento que este deporte se puso bastante complicado y no es para todos. Cuando tienes las cosas muy cómodas a veces no resulta. En la vida como tenista necesitás sufrir un poco y ahí está la diferencia, en la mente”.
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